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Carolina Gamba

Uno de los hitos que dejó la pandemia en 2020 fue una creciente virtualización de las relaciones, ya sean familiares, afectivas, laborales y educativas. Y, en esta recreación de la vida cotidiana mediada por las pantallas, las desigualdades y violencias de género no se quedaron atrás. En los últimos años en los entornos virtuales se agudizaron las situaciones de discriminación y violencia de género hacia mujeres y disidencias, favorecidas por el anonimato y agravadas por la rápida viralización. En el contexto de “no presencialidad” en las escuelas los y las docentes se encontraron con interrogantes sobre los contenidos digitales y las nuevas formas de comunicación con sus estudiantes. En este artículo proponemos pensar algunos desafíos de las instituciones educativas para habitar el mundo virtual con enfoque de género.

Las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) se han convertido en espacios de socialización importantes para niñas, niños y adolescentes en sus usos, costumbres y consumos. Las experiencias digitales son espacios donde se construyen sus subjetividades y donde se reproducen también desigualdades por cuestiones de género mediante contenidos y mensajes que refuerzan estereotipos y mandatos. Asimismo, el uso de TIC en la vida cotidiana potenció nuevas formas de violencia, en especial por condición de género. La mayoría de estas situaciones no son problemáticas nuevas, pero con las TIC se facilitan y exacerban en su potencial dañino (Grunin, 2019). Aunque la agresión se limite al entorno virtual, lastima y tiene consecuencias en la vida real. El rol que asuman las instituciones educativas respecto a incorporar las TIC con un enfoque de género, es clave para prevenir y erradicar estas formas de violencia y crear entornos digitales diversos e inclusivos.

En el contexto de emergencia educativa a causa del aislamiento social, preventivo y obligatorio por COVID 19, se pusieron de manifiesto tensiones y desigualdades respecto al acceso y usos de las TIC. Se visibilizó el distanciamiento existente entre las prácticas de la escuela y la de los chicos y las chicas fuera de ella para socializar y comunicarse y se debieron ensayar formatos novedosos en poco tiempo. Los y las docentes adecuaron sus planificaciones y clases al contexto virtual, en muchos casos, sin experiencia previa y con pocos recursos para hacerlo. A las dificultades materiales de acceso a dispositivos y conexión a internet, se sumó la falta de formación en medios y también cierta desconfianza sobre el uso de plataformas y redes sociales con sus estudiantes.

Del lado de los y las estudiantes, se visibilizaron las desigualdades materiales y también afectivas, en especial referidas al poco apoyo y acompañamiento de adultos/as, para transitar esta nueva forma de escolaridad y de vida. Un estudio en 2020 de la Asociación Civil Casa FUSA(1) indicó que el 34,8% de los y las jóvenes encuestados manifestó no contar con nadie para conversar acerca de sus sentimientos dentro del hogar y el número se incrementa en jóvenes de mayor edad. Este dato señala un problema que muestra la ausencia de un espacio de diálogo entre adultos/as y jóvenes y adolescentes, que podía encontrarse en la presencialidad de la escuela. Entonces ¿cómo acompañar a las adolescencias y juventudes desde las instituciones educativas, pero en el marco de la virtualidad?

Ya pasado el primer año de esta coyuntura y de cara a la escuela pos-pandemia, se evidencia la necesidad de que la escuela integre las experiencias digitales de adolescentes y jóvenes como un nuevo hábitat en construcción, sobre el que enseñar y aprender, más allá de su uso instrumental. El desafío es, entonces, consolidar el enfoque de género en la formación y uso de las TIC y asumir que no son sólo recursos, sino espacios en los que se despliegan relaciones sociales. En este sentido, nos interesa plantear tres puntos significativos que pueden colaborar con la transversalización del enfoque de género y el uso de las TIC y también constituirse como puntos de apoyo para el acompañamiento de las adolescencias y juventudes en sus experiencias digitales.

1) La selección de contenidos

El “encontronazo” que significó para muchos docentes habitar un entorno virtual con sus alumnos, reabrió preguntas acerca de qué hacen los chicos y chicas en internet. Este desconocimiento llevó a muchos educadores a indagar en los contenidos “más vistos” por sus estudiantes, explorando desde apps hasta influencers y youtubers. Esto abrió una primera posibilidad para el enfoque de género en las instituciones educativas: la selección de contenidos digitales.

Los modelos acerca de cómo debe ser un varón y cómo debe ser una mujer, que en el mundo físico vimos reproducirse a temprana edad con el uso diferencial de colores, juegos y juguetes que consolidan mandatos y estereotipos de género, se replica en la web. En las pantallas, se observan representaciones diferenciales de varones y mujeres. En los videojuegos, por ejemplo, se reafirma un rol activo cargado de violencia para los varones y uno pasivo, de cuidado y a veces hipersexualizado, para las chicas. Si bien ante esta situación se comenzaron a gestar movimientos que denuncian la discriminación de las mujeres en el “mundo gamer”, aún sigue siendo un cuadro hegemónico.

Por eso, bucear en la red en busca de contenidos para ofrecer desde las instituciones educativas abre una posibilidad interesante para acordar criterios de selección desde un enfoque de género. En este sentido, es clave asumir una mirada interseccional, ya que internet está plagado de mensajes que discriminan no sólo por género, sino también por clase, raza, capacidades, etc. Se trata de problematizar junto a adolescentes y jóvenes ¿cómo se representa a las personas según su género? ¿qué roles se nos adjudica? ¿cómo me relaciono con esas representaciones? ¿me identifican o excluyen? ¿y a las demás personas?” y así descubrir y analizar nuestro mundo, el lugar que ocupamos y el que definimos para otros. Y a partir de esta reflexión, pensar en cómo transformarlo.

2) La privacidad y el consentimiento

Otro punto a considerar desde las instituciones educativas que transiten experiencias digitales, tiene que ver con la construcción de acuerdos y pautas de convivencia en la red. La ubicuidad que supone la educación virtual hizo llegar a los y las docentes al living de sus alumnos y viceversa. Esto trajo incomodidades y preguntas acerca de cómo refundar las normas de convivencia propias del aula, en esta nueva aula pública. Las pantallas suelen facilitar la irrupción de comportamientos inesperados que en el cara a cara se contienen. Asimismo, agudiza la exposición, tanto de estudiantes y docentes, lo que obliga a una vigilancia personal más minuciosa, sobre qué y cómo decir, sobre qué y cómo mostrar, atentos a la amenaza constante de la viralización.

Las transformaciones en el ámbito de lo público, lo privado y lo íntimo han tenido implicancias en la construcción de nuestras subjetividades, y parece ser un cambio social que muchas veces distancia y hasta vuelve incomprensible la experiencia de los adultos/as de la de los y las jóvenes y adolescentes. Por primera vez, la escuela también fue víctima de la premisa que reza “si no pasa en internet, no pasa” y la continuidad escolar en las zonas y sectores sociales con conectividad, se midió en cantidad de zooms y correos electrónicos.

Sin embargo, los chicos y chicas hace años que interiorizaron que “ser es mostrarse” y “si no se publicó, no pasó”. En este marco, las presiones que viven las adolescencias y juventudes pueden dejarlos vulnerables ante situaciones de exposición de imágenes íntimas no consentidas que cuando se viralizan son imposibles de frenar. Estas situaciones afectan mayormente a mujeres y disidencias sexuales, lo que llevó en 2018 a definir específicamente la violencia en línea contra las mujeres.(2 )

Que desde la escuela se priorice, respete y concientice sobre la importancia del consentimiento, el derecho a la privacidad y el anonimato en los ámbitos digitales, se vuelve indispensable. Por ejemplo, enseñar acerca de los acuerdos que aceptamos con las aplicaciones que usamos y los modos de autogestión de la privacidad de las plataformas para la protección de los datos personales. También conocer las implicancias de nuestra “huella digital”, nuestro archivo en internet que recolecta fotos y publicaciones no solo propias, sino también que terceros hicieron sobre nosotres. Saber gestionar esta información es una forma de empoderamiento frente a la sobreexposición.

Que las instituciones educativas, asuman como un contenido prioritario cuestiones vinculadas a: la protección de imágenes y conversaciones privadas, la no difusión de ningún tipo de información o material de otra persona sin su consentimiento activo, la importancia de cortar con la cadena de la viralización en casos de difusión de imágenes íntimas u ofensivas sin consentimiento, es clave para la construcción de relaciones sociales respetuosas en internet y colabora activamente en la prevención de situaciones de violencia de género.

3) Una virtualidad con enfoque de género:

Por último, ante el nuevo ciclo lectivo que probablemente nos vuelva a encontrar en “lo virtual”, nos interesa reflexionar sobre el potencial creativo de las TIC - –allí donde las condiciones sociales y las políticas públicas lo hacen posible- y la posibilidad de que desde las instituciones educativas se puedan aprovechar como trampolín a experiencias innovadoras con enfoque de género y estrategias de prevención de situaciones de violencia de género.

El año pandémico nos aisló, pero también reconectó a grupos de trabajo docente que quizás, en el día a día escolar, no lograban reunirse físicamente. Esto abrió la posibilidad de pensar propuestas articuladas en varias áreas y también estrategias conjuntas de Educación Sexual Integral, de las que sobresalieron distintas plataformas, al estilo carteleras virtuales, con información y recursos para adolescentes y jóvenes, en especial sobre la temática de violencia de género.

A este primer ensayo, se le puede sumar este año la invitación a co-crear con adolescentes y jóvenes contenidos digitales con enfoque de género, que los/as tengan como protagonistas. En otras palabras, a las propuestas de recurseros, sumar canales de participación más activos en la institución que permitan un diálogo genuino sobre lo virtual, no sólo en su carácter instrumental, sino entendiéndolo como un espacio de vida.

Compartir una lectura crítica de los contenidos digitales, refundar pactos de convivencia en internet, valorar la privacidad y el consentimiento como clave del uso de las TIC, conversar sobre el ejercicio de una sexualidad libre de coerción también en internet, son contenidos establecidos en el marco de la Educación Sexual Integral(3), que se vuelven indispensables.

Que como educadores/as nos animemos a habilitar estos contenidos y nuevos canales de comunicación con una clara intencionalidad pedagógica dependerá, en parte, del apoyo institucional y de acuerdos explícitos sobre las condiciones de ese diálogo que den respaldo tanto a los y las docentes como al estudiantado. Repensar la escuela y otros espacios educativos desde el enfoque de género y en la virtualidad, nos presenta un doble desafío que implica una transformación en las relaciones de enseñanza y aprendizaje. A lo largo del diplomado iremos desanudando ésta y otras discusiones, que nos permitan hilvanar una cadena de sentidos para comprender las instituciones educativas en y desde el enfoque de género.
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(1)Informe completo disponible en: https://grupofusa.org/wp-content/uploads/2020/05/Adolescentes-COVID-19-y-aislamiento-social.pdf

(2)La Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, definió la violencia en línea contra la mujer como “todo acto de violencia por razón de género contra la mujer cometido, con la asistencia, en parte o en su totalidad, del uso de las TIC, o agravado por este, como los teléfonos móviles y los teléfonos inteligentes, Internet, plataformas de medios sociales o correo electrónico, dirigida contra una mujer porque es mujer o que la afecta en forma desproporcionada." Informe de la Relatora Especial sobre la violencia contra la mujer, sus causas y consecuencias acerca de la violencia en línea contra las mujeres y las niñas desde la perspectiva de los derechos humanos, 18 de junio de 2018;

(3)En efecto, en el 2018 se agregaron a los lineamientos curriculares de ESI en nivel secundario,contenidos sobre Prevención del grooming. Redes sociales y sexualidad. Res. 340. Disponible en: https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/esi-lineamientos_2018-_web.pdf
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Bibliografía:
Grunin, G. Coord. (2019) Violencia digital de género. Abordajes desde la con ESI con adolescentes. Iniciativa Spotlight. Disponible en: https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/esi-lineamientos_2018-_web.pdf

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